El gran retratista Hans Holbein el Joven (1497-1543) pintó este cuadro a finales de 1538.
El príncipe Eduardo contaba tan solo catorce meses cuando fue inmortalizado por Holbein y era el primer hijo legítimo del insaciable Enrique VIII. El pintor nos muestra a un niño bien nutrido, bastante mofletudo, vestido con los atavíos propios de su dignidad real y llevando en la mano un sonajero que más bien parece un cetro.
El retrato es de una precisión encomiable y una muestra más del virtuosismo habitual de este pintor
Óleo, 56,8 x 44 cm
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