El pintor francés León Bonnat pintó este cuadro al óleo hacia 1874.
León Bonnat se trasladó de niño a Madrid.
En 1848 fue admitido en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en donde recibió lecciones de Federico de Madrazo. Dentro de su proceso de aprendizaje realizó frecuentes visitas al Museo del Prado y allí asumió las influencias -esenciales en su pintura- de Velázquez y Ribera.
En 1854 regresó a Francia, incorporándose al taller de Léon Cogniet.
Entre 1858 y 1861 residió, becado, en Roma para estudiar en profundidad el arte del Renacimiento.
Italia sería un país que visitaría con frecuencia, sin desdeñar la fascinación decimonónica por Oriente: En 1868 inició un periplo por Egipto y Palestina en compañía de Jean-León Gerome.
Fue profesor de pintores norteamericanos como Sargent o Eakins.
Bonnat fue conocido por su afán en reflejar la verdad en sus lienzos.
Para pintar el cuadro que nos ocupa, Bonnat llegó al extremo de tener un cadáver colgado en una cruz.
El resultado, ciertamente, es sobrecogedor.
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