Tissot nos muestra en su cuadro una María casi amortajada entre tanta tela y en expresión abatida ante el peso del mensaje recibido (¿cuánta trascendencia podemos soportar?).
El mensajero divino aparece aquí con forma vagamente humana, aunque remite al ser alado de la tradición.
El ambiente podría ser el de cualquier casa judía o árabe de la época: sencilla y austera.
Desaparecen de la escena el resto de elementos representativos que suelen ser habituales.
Más que la escenificación alegre y vitalista que algunos pintores han querido reflejar en sus anunciaciones, Tissot centra su atención en la radicalidad y sencillez del momento y en todo lo que la aceptación del menaje puede implicar para quien lo recibe (y acepta).
El mensajero divino aparece aquí con forma vagamente humana, aunque remite al ser alado de la tradición.
El ambiente podría ser el de cualquier casa judía o árabe de la época: sencilla y austera.
Desaparecen de la escena el resto de elementos representativos que suelen ser habituales.
Más que la escenificación alegre y vitalista que algunos pintores han querido reflejar en sus anunciaciones, Tissot centra su atención en la radicalidad y sencillez del momento y en todo lo que la aceptación del menaje puede implicar para quien lo recibe (y acepta).
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Javier Nebot